Cuchillos

A lo largo de la vida uno se acuchilla muchas veces.
Se va matando de a poco, no sé si me explico bien: uno se va matando de mejor a peor.
El primer homicidio lo cometemos con un niño que cree que los animales y las
mesas y las puertas y las margaritas hablan. Entonces queda, herido pero
sobreviviente, un adolescente que sabe que eso no es cierto, que sabe que los
animales y las mesas y las puertas y las margaritas no hablan, pero sabe
también que todo mal será rectificado, que cada gota de nuestro sudor será
pagada con un pan y la capacidad de nuestro corazón será colmada con amor.
El adolescente sabe llorar, no le importa tener que rebajarse y suplicar, es
capaz de ofrendar su vida por un ideal, de erguirse ante la injusticia, abofetear
al tirano y partir su pan en dos, en diez, en cien, sin escuchar el murmullo de
voces que va creciendo a su alrededor y entre las que se distinguen palabras
que se forman en el aire como volutas de humo de un cigarrillo. Primero son
palabras sueltas a las que no les da ninguna importancia. No las une. No forma
frases ni oraciones con ellas. Sirve. Esfuerzo. Que. Para. Mundo. Es. El.
Desprejuiciados. Ataquen. Atacar. No. Los. Te. Hay. Estar. Para. En. Guardia.
Pero a fuerza de oírlas y oírlas termina por querer saber su significado. Las
mueve, las balbucea, las cambia de lugar, las pone en hilera para formar un
trencito y luego llora sobre ellas... llora porque no le gusta lo que esas palabras
puestas así le dice: "Para qué sirve el esfuerzo?, el mundo es de los
desprejuiciados. Hay que estar en guardia, atacar para que no te ataquen"
Llora sobre las palabras, las detesta. Mira a su alrededor buscando a alguien
que le de la razón, que las odie tanto como él.
Pero se siente solo, absolutamente solo. Es él, nada más que él, su pelo, sus
ojos, sus manos, su cuerpo hermoso... y las palabras.
Hasta que al fin, tan cansado, tan triste, tan gris, hace con ellas un cuchillo
delgado.. filoso. Y se suicida.
Alguien se sacude esa muerte, esa ceniza. Alguien muy educado, con corbata
y saco, con los zapatos lustrados y un horario estricto que cumplir. Qué suerte,
un horario y un sueldo que cuenta con exactitud cada mes.
Este alguien está muy enterado de todas las cosas que suceden en el Universo
porque lee los diarios y conversa con los otros adultos en los colectivos, las
oficinas, en los bares, en la calle.
Está orgulloso de su información; orgulloso de ser tan civilizado y no excederse
nunca en nada. No se parece a aquel niño ávido y curioso, a aquel adolescente
desordenado y vehemente. ¡Por suerte pudo acuchillarlos! Por suerte pudo
deshacerse de ellos para que no lo estorben, para que no le vayan a hacer el
chiste de serrucharle la estructura y ...
"Alguien" es un hombre
En alguna parte hay un rótulo que le corresponde y que en vez de figurar en
una enorme planilla debería estar recortado y pegado en su frente, para una
mejor organización de todas las cosas. Nombre. Apellido. Edad. Profesión.
Estado Civil. Domicilio. Sueldo.
En la enorme planilla no hay preguntas verdaderamente importantes: ¿Es feliz?
¿De qué tiene miedo? ¿Esta enamorado? ¿Que tararea cuando se baña? *
Alguien es un hombre.
Habla como hombre. Piensa como un hombre. Siente como un hombre. ¿Qué
es lo que piensa, qué es lo que siente? Nada raro, lo mismo que piensan y
sienten todos los hombres ¿Qué es lo que hace? Lo mismo que hacen todos.
Corre los colectivos, le da limosna a algún pordiosero (Por si acaso es cierto
que allá arriba...) se emociona un poco - lo suficiente - el día de su casamiento
durante la ceremonia religiosa, el día que nace su primer hijo, el día que por fin
escritura el departamento propio. No tiene tiempo para tonterías: no tiene
tiempo para remontar barriletes, juntar caracoles, tirarse boca arriba bajo un
árbol y quedarse en silencio varias horas pensando...
No puede desperdiciar en pavadas así la cuerda que se da todas las mañanas.
Pero un día... un día se despierta llorando, se mira al espejo, se mira las
lágrimas mezcladas con las arrugas y las canas, repite su nombre y su edad
como si fuera una plegaria y luego grita el nombre de su hijo
Su hijo adolescente que aún cree y aún puede salvarse "Aún puede salvarse"
se repite hasta que le duele la lengua.
Corre, corre... atraviesa el pasillo hay que salvarlo, hay que salvarlo... hay que
esconder todos los cuchillos, hay que convencerlo de que la vida es bella y hay
que tomarla dulcemente por la cintura y hundir la cabeza en su pecho y hay
que guardarse un tiempo para gastarlo sin hacer nada, simplemente
remontando barriletes, conversando con las piedras o pensando cara al cielo
bajo un árbol. Y hay que saber llorar y partir el pan en dos, en diez, en cien y
abofetear al tirano y erguirse ante la injusticia porque todo mal será purgado y todo error rectificado...
Corre por el pasillo, abre la puerta del dormitorio del hijo al mismo tiempo que
suena el despertador y el muchacho salta de la cama
- ¿Creíste que me iba a quedar dormido? Ya no soy una criatura papá
Habla de responsabilidades mientras se ajusta la corbata. Luego se pone el saco.
- No quiero llegar tarde - Musita - Hay que estar en guardia, hay que atacar
para que ...

No, ya no puede parar los cuchillos que han sido lanzados

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